Un modelo ejemplar de rehabilitación de un antiguo mercado para emplazar en él un centro destinado a la cocina de alta gama y a la venta de productos gourmet.
El Mercato Centrale de Florencia se encuentra muy cerca de la Plaza de San Lorenzo, en donde se encuentra la iglesia y sobre todo, la Biblioteca Laurentiana y la Capilla de los Medici, obra de Miguel Ángel. La morfología del mercado es similar a cualquier mercado de finales del siglo XIX en cualquier ciudad europea: un edificio rectangular cubierto mediante una estructura de cerchas de hierro, que dejan un gran espacio diáfano ocupado en planta baja por multitud de comercios en pequeños espacios concatenados. En esta época, la arquitectura y la ingeniería se encontraron e implantaron el acero como material estructural que permitía salvar grandes luces con estructuras ligeras y esbeltas. Giuseppe Mengoni, autor de las Galerias Vittorio Emanuele de Milán, fue el diseñador de la estructura, dividida en tres naves, del mercado.
Tras una serie de años de crisis por la aparición de grandes superficies y abandono del centro de los habitantes de Floirencia, en 2014 se reabre la primera planta, con la habilitación de la misma para espacio de degustación y venta de comida preparada, muy sesgada hacia la comida típica italiana y en concreto toscana, pues podemos probar desde el maravilloso lampredoto de ternera hasta los más rebuscados sabores de trufa, ribollita, y pasta rellena o picci.
El amplio espacio bajo la estructura metálica se ve iluminado tanto por los testeros como desde los laterales por vidrieras de cristal, lo que hace que a mediodía no sea necesaria casi iluminación artificial. La gran estructura principal cubre el mercado, y dentro hay subestructuras para los diferentes negocios instalados, como si de un mercado al aire libre se tratase. En la planta primera destinada a restauración, estructuras, chimeneas e instalaciones vistas proporcionan un ambiente fabril, de nave industrial para comer, instalada en el centro de la ciudad.
Como en la nave de ferrocarriles que veíamos en el Estación Gourmet de Valladolid, las estructuras metálicas alineadas proporcionan la homogeneidad necesaria para que cada restaurador destaque con su diseño propio. Las mesas de los comensales son comunes, localizadas entre los expendedores y cerca de ellos.
La adaptación de este mercado es un impecable modelo de cómo conservar estructuras y edificios que, si bien no nacieron como obras de arte o arquitecturas de vanguardia, la calidad de su diseño y, sobre todo, el ser representativas de un estilo arquitectónico moderno, hacen que sean edificios imprescindibles en la trama urbanística actual.