La famosa demolición del Mercado de Olavide en Madrid

Una voladura redujo a escombros una de las joyas racionalistas de Madrid.

Proyecto de Francisco Javier Ferrero, se levantó en 1934, como parte del plan de la Segunda República de construcción de edificios para equipamiento. Su demolición se llevó a cabo el 2 de noviembre de 1974.

Era un edificio que ocupaba casi todo el espacio de la plaza, de forma hexagonal y cubierta escalonada. Al igual que el edificio protagonista de nuestra anterior entrada Desmontaje del mercado provisional de Barceló, este mercado fue demolido, pero de manera y bajo condiciones muy diferentes. El mercado de Barceló era una construcción temporal y se ha desmontado, sin embargo el de Olavide era permanente y cumplió su función durante 40 años, y su derribo fue mediante voladura.

Se trataba de un proyecto racionalista, como puede verse en el alzado, con las líneas horizontales muy marcadas, lo que lo haría más ligero en el espacio algo escaso que ocupaba. La decoración interior y de la cerrajería de la entrada presentaba aspectos formales Art Decó, con rejerías y decoraciones en forma circular concéntrica.

La cubierta sobresale en un fuerte alero, solo interrumpido en las dos puertas simétricas, situadas en el eje principal de la calle Trafalgar. Hacia el interior estaban dispuestos los comercios, y en el centro se abría un hueco para la entrada de luz hacia el interior del espacio central.

Cada cuerpo de entrada estaba formado por un frente recto escalonado en tres cuerpos: En el primero tres grandes huecos de entrada. El segundo, más estrecho, solo ocupa la parte central y está mordido por la marquesina a ambos lados y decorado con impostas salientes en los bordes. El tercer cuerpo formado por dos pequeñas torres decoradas por sendos mástiles, está retranqueado respecto del plano de entrada. Una arquitectura que recuerda al cine Barceló de Gutiérrez Soto, situado en el mismo barrio, a tanta arquitectura racionalista de la época, y a la arquitectura de inspiración náutica, tan ligada al racionalismo.

Merece la pena ver el vídeo de la voladura, ya que es un documento histórico de una demolición realmente arriesgada. Hoy no se plantearía una voladura con explosivos en el centro de una ciudad, por razones de seguridad. Entonces no había tales medidas. Se puede observar multitud de personas viéndola desde las terrazas circundantes y apenas un cordón policial acotando la zona en la calle.

La nube de polvo que levanta la explosión alcanza una altura enorme, con lo que los cascotes debieron dejar todo el barrio afectado. Por otro lado la explosión causó numerosos daños en los comercios circundantes. Se pueden ver los escaparates reventados tras la voladura y los vecinos recogiendo escombros. No había una protección periférica ni se tuvo en cuenta el efecto de la onda expansiva en los edificios aledaños.

Entonces los vecinos solicitaron su conservación, y hoy habría tenido un destino impecable como mercado gastronómico similar al de San Miguel, también en Madrid, que tuvo mejor suerte al conservarse. A cambio, hoy los locales de restauración ocupan sus espaciosas aceras con vistas a los jardines.