La iglesia mozárabe de Wamba

Superposición de estructuras y estilos a lo largo de mil años de historia.

Como muchas iglesias medievales, la de Wamba tiene orígenes algo inciertos. Por un lado, la muerte de Recesvinto en el municipio y la coronación del Rey Wamba, su sucesor. Por otro la designación del heredero bajo la amenaza de la espada en este paraje. El caso es que en el siglo X se establece una comunidad de monjes, y de este momento data la cabecera de la iglesia, que se va terminando de construir hacia los pies en los últimos años del siglo XII.

La cabecera, con tres ábsides rectangulares, se enmarca en el estilo mozárabe, con arcos de herradura que delimitan cada una de las tres naves, tal y como los cristianos atrapados en territorio musulmán aprenden a construir, con formas traídas de oriente, con cantería de sillar en arcos y esquinas, y relleno de mampostería en los paños.

Las pinturas simbólicas sobre el yeso representan animales y formas geométricas sencillas. Esta cabecera finalizaba con un iconostasis, del que se han quedado marcados en la piedra los apoyos superiores, y los enjarjes de las rejas en la zona inferior. El cambio del rito modifica la forma, al poner en comunicación al oficiante con los fieles. Bóvedas de cañón de herradura cubren estos pequeños espacios.

La continuación, es decir, el desarrollo de las tres naves hacia los pies, con sus arcos apuntados y columnas más elevadas, son la primera evolución del el edificio existente. Allí la sala capitular culmina el complejo con un espacio cubierto con estructuras de bóvedas de crucería, recias y sobrias como manda la Orden del Císter.

Sobre la puerta principal, al oeste, una escalera nos conduce a una estrecha galería a uno de los lados de la nave. La cubierta de madera, de par y nudillo y teja. Luego debió de añadirse una galería, en la más pura tradición castellana, orientada hacia el sur, para el buen soleamiento. Con las huellas de estructuras, probablemente de madera, y algunas ménsulas, se ha colocado por la parte superior una cubierta moderna de madera. Es muy interesante destacar la franja de cristal que delimita las dos épocas, la medieval y la contemporánea, una sencilla intervención respetuosa con la estructura del templo original.

En la puerta puede verse la inscripción 1233 de “la era”, lo que equivale al año 1195 del calendario actual. Al entrar debemos descender un poco.

Ya en el interior, parece que el nivel del suelo exterior ha crecido. El salto está resuelto con unos peldaños flotantes de garbancillo. Los pies de las columnas también están algo enterrados. En mil años se ha pavimentado varias veces fuera y algunas menos dentro, así que las columnas han perdido parte de sus basas.

En el lado norte está adosada la zona reservada a monasterio, con el patio o claustro de los monjes, perdido durante la desamortización de Mendizábal. Quedan allí algunos sarcófagos medievales y un curioso osario en esta zona posterior. Está a la espera de continuar la restauración. Antes de salir a este claustro, la bóveda de crucería “sujeta” en su centro por un pilar circular de lajas de piedra nos envía directamente a San Baudelio de Berlanga. Pinturas murales de gran calidad representan a San Juan Bautista.

Nos sorprenden, acompañando a esta antiquísima bóveda, algunas vigas de hormigón visto, y un forjado de viguetas de hormigón y revoltón de ladrillo visto. Las técnicas constructivas se superponen en vertiginosa evolución.

Se trata de un edificio vivo durante los últimos mil años, y que se sigue habitando, estudiando y utilizando para la función inicial, aunque ahora no solo para los monjes, sino para los fieles del pueblo. Podemos visitar y agradecer las sucesivas rehabilitaciones, estudios y cuidados que lo han mantenido hasta hoy.