Características principales que deben conocerse de un terreno para cimentar correctamente un edificio.
Todas las construcciones se apoyan en el suelo y éste es una parte vital de las mismas. El resto de la construcción no permanecerá en pie en buenas condiciones si el suelo en que se asienta no es capaz de soportar el peso de la propia construcción con garantías. Sin embargo, siendo una parte tan vital de la construcción, el suelo es lo único que no fabricamos y disponemos artificialmente en la construcción: el suelo es el que exista en el lugar elegido para construir y sus propiedades son las que tenga y no las que deseemos. Por tanto, es ineludible conocer qué propiedades tiene el suelo en que construimos para garantizar que lo construido no colapsará por su falta de capacidad, y, por lo tanto, es necesario solicitar un informe geotécnico del mismo.
Cuando hablamos de capacidad del suelo nos referimos básicamente a tres datos principales:
1.- La tensión admisible.
Es la capacidad portante o resistencia del terreno. Es decir, cuánta carga es capaz de soportar encima sin hundirse. Este parámetro se indica, por lo general, como la tensión -fuerza por unidad de superficie- que soporta a una determinada profundidad. En Kg/cm2, la tensión admisible puede oscilar entre 0,5 y 3, siendo la primera muy baja y la segunda bastante alta. Si resiste más de 3 es un terreno extraordinario, y menos de 0,5 comienza a presentar problemas, dependiendo también de la carga del edificio.
Imagen 1. Terreno excavado y realizada la cimentación. Se puede ver la homogeneidad de terreno en los bordes excavados.
Es importante el adjetivo de admisible, porque otro parámetro ligado a éste es la rigidez del terreno, o sea, cuánto se deforma al someterlo al peso de la edificación o, lo que es lo mismo, cuánto se deforma bajo una determinada tensión. Entonces, habrá una tensión máxima que resista el terreno, que se denomina tensión de rotura. Esta tensión supone el hundimiento de la cimentación dentro del terreno, por lo que no podemos considerarla como válida para cimentar.
2.- El coeficiente de balasto.
Debemos limitar cuánto se deforma el terreno bajo presión, para que el edificio permanezca en pie sin deformaciones excesivas. La tensión máxima que puede soportar el terreno sin deformaciones excesivas es lo que hemos llamado tensión admisible. Es siempre menor que la tensión de rotura. La tensión admisible se calcula para que el asiento -así se llama la deformación del terreno bajo presión- no supere una pulgada (1”=2’54 cm), y la tensión de rotura es del orden de tres veces la tensión admisible que podemos aprovechar. La relación que hay entre la tensión que soporta el terreno y el asiento que sufre es el coeficiente de balasto. Este coeficiente mide la rigidez del terreno al ser sometido a tensión.
3.- El nivel del firme.
Es a qué profundidad está el estrato en que la tensión admisible antes mencionada es suficiente. Entendemos por firme precisamente el estrato que presenta una tensión admisible suficiente para soportar el edificio sin ser susceptible de variar sus condiciones a lo largo del tiempo.
Imagen 2. La construcción de varios sótanos permite llegar al nivel del firme del terreno en la base de las zapatas
No será igual un terreno en que el firme sea muy superficial (un metro) que muy profundo (siete metros). Parcialmente, en cuál sea este nivel reside la elección de un tipo de cimentación o de otra.
Antes de construir es necesario saber cuáles son sus propiedades a distintas profundidades y en distintos puntos o zonas, como único modo de prever la cimentación necesaria. Por eso es por lo que realizar un estudio geotécnico es imprescindible. El estudio vale para saber cómo se comportará el terreno en el que se asentará el edificio. Así se puede dimensionar y ejecutar su cimentación del modo más económico y conveniente posible.
Imagen 3. Terreno excavado con disgregaciones en los bordes que han obligado a hacer talud y apuntalar las aceras circundantes
Los fallos por cimentación de un edificio son los que realmente pueden causar la ruina total. Por otro lado, el coste relativo de un informe geotécnico es mínimo dentro de la inversión total de una obra. Como orientación, en un edificio de viviendas, el estudio del suelo puede costar un 0’03% de la inversión total. Pues, ¿Merece la pena arriesgar la solidez y permanencia en buenas condiciones por evitar el pequeño coste del estudio geotécnico?